jueves, 23 de octubre de 2008

Fin de semana

El miércoles fue el cumpleaños de Pablo, mi sobrino "postizo". Ahora en un rato viajo a Madrid para poder estar el sábado en el festejo de sus cuatro años, y me quedo hasta el lunes, compartiendo momentos familiares con la señora Bloom. ¡Qué bueno!

domingo, 19 de octubre de 2008

Mitos y leyendas II

Anoche confirmé dos mitos que tenía sobre los italianos:

1) ¡qué bien, pero qué bien cogen!

2) ¡qué grasas que son en sus gustos musicales!

Además cómo les gusta guardar apariencias. El chico en cuestión me dijo que tenía una novia en Roma, aunque él viva en París. Según sus palabras tiene a la novia lejos "para que no le hinche las pelotas". Y ni siquiera me besó, porque quizás eso no es de machos. Escuchaba Eros Ramazzotti, Laura Pausini y Alejandro Sanz. Me preguntaba si a mí me gustaban... Puse cara de póker y respondí que sí.

En todo lo demás resultó un dulce este chico. Me invitó a dormir (cosa que al franchute ni se le pasó por la cabeza), y me preparó un café expresso por la mañana. Un buen tipo.

Y yo aprovecho y sigo practicando idiomas...

viernes, 17 de octubre de 2008

Mitos y leyendas

Anoche confirmé nuevamente dos mitos que tenía sobre los franceses:

1) ¡qué bien, pero qué bien besan!

2) ¡qué engreídos, qué creídos, qué chauvinistas, qué insoportables pueden ser!

lunes, 13 de octubre de 2008

Otro viaje

Gente amiga, nuevamente me voy a París. Esta vez por un mes. Tengo la esperanza, casi certeza, de que me sucederán cosas inesperadas, cosas que valdrán la pena ser contadas. O que yo tendré ganas de contar. El "dépaysage" me vendrá bien, me dará perspectiva para analizar una vez más mi vida. Y por sobre todo, tendré más tiempo para escribir. No sé si prometerlo, pero lo intentaré: intentaré escribir más en este lugar, así me ayudan a ver la vida no sólo color de rosa...

PD: prometo no sólo contar cenas aburridas ;-)

Así me siento

(Fragmento de "Fragmentos de un discurso amoroso", de Roland Barthes, traducción de Eduardo Molina.)


"Espero una llegada, una reciprocidad, un signo prometido. Puede ser fútil o enormemente patético. Todo es solemne: no tengo sentido de las proporciones.

Hay una escenografía de la espera: la organizo, la manipulo, destaco un trozo de tiempo en que voy a imitar la pérdida del objeto amado y provocar todos los afectos de un pequeño duelo, lo cual se representa, por lo tanto, como una pieza del teatro.

La espera es un encantamiento: recibí la orden de no moverme. La espera de una llamada telefónica se teje así de interdicciones minúsculas, al infinito, hasta lo inconfesable: me privo de salir de la pieza, de ir al lavabo, de hablar por teléfono incluso; sufro si me telefonean; me enloquece pensar que a tal hora cercana será necesario que yo salga, arriesgándome así a perder el llamado. Todas estas diversiones que me solicitan serían momentos perdidos para la espera, impurezas de la angustia. Puesto que la angustia de la espera, en su pureza, quiere que yo me quede sentado en un sillón al alcance del teléfono, sin hacer nada.

El ser que espero no es real. El otro viene allí donde yo lo espero, allí donde yo lo he creado ya. Y si no viene lo alucino: la espera es un delirio."



(gracias Crimson por hacerme descubrir esto, así me siento hoy)

viernes, 3 de octubre de 2008

Las rendijas

Entro en una iglesia gótica muy grande e imponente. En el coro había una exposición de instrumentos, la mayoría de ellos eran campanas extrañas, mezcla de edad media y era electrónica. De repente la iglesia toda comienza a moverse, como si fuera un barco, bamboleándose de un lado al otro. Me sorprendo, pero el movimiento es arrullador. Me asomo por la entrada y veo que las torres de la iglesia también se inclinan lentamente de un lado al otro confirmando que estoy en Notre-Dame de Paris.

Salgo de la iglesia. El movimiento cesa y el cielo está despejado. Camino por las calles medievales. La luz del atardecer ilumina los techados de pizarra negra. Todo parece germánico, lógico, estoy en Viena. En las tabernas hay mucha gente, algunos por las calles. El clima es muy festivo. Me encuentro de casualidad con mi amigo GRP y me alegro de verlo. Caminamos, charlamos. Le comento que contrariamente al prejuicio, la gente por estos lugares también sabe divertirse y su alegría es contagiosa.

Entramos con GRP a un edificio amplio, con luz tenue y cálida. Parece que hay otra exposición allí. Sin embargo noto que GRP comienza a angustiarse, hasta largarse a llorar. Me dice que hace rato que no puede ver a su novia, que es muy joven. Que el padre de ella les tiene prohibido verse. Todo indica que una tragedia es inminente. Y trato de consolarlo sin saber bien qué decir.

Abro los ojos y la luz entra por las rendijas de la cortina.