martes, 9 de junio de 2009

Recuerdos, canciones y cuentos

Tengo algunas ideas en apariencia inconexas despertadas hace poco, que intenté abreviar en el post anterior. Ahí relacioné esta melancolía de sol invernal con una poesía de Luis Cernuda que conocí gracias a una canción de Carlos Guastavino. Habla de un "jardín antiguo", imágenes que también se relacionan con mi pasado remoto.

Vuelta a vuelta pienso en una mesa y bancos de jardín, hechos de pedazos de azulejos irregulares y multicolores, que creo haber visto en unas vacaciones en Córdoba cuando tenía 4 años apenas. Los veo lejos a los bancos, durante un atardecer, y al fondo unos cipreses muy altos. Me ponen triste, melancólico, y a la vez me dan paz. Todo eso junto.

El efecto de la poesía de Cernuda está intimamente ligado a la música de Guastavino. Este compositor argentino me emociona profundamente. Su música es sencilla y poética. No parece del siglo XX, tan plagado de vanguardias pretenciosas. Lo conocí al estudiar en el conservatorio, a través de piezas infantiles adaptadas para piano. Luego conocí sus canciones para solista y para coro. Son una delicia. Podría nombrar muchísimas, cada una de ellas me llega a su manera, emociones similares con matices diferentes.

Hay otra que nombraré aquí especialmente (además de "Jardín antiguo"), con poesía de Rafael Alberti, otro poeta español escapado del franquismo (como Cernuda). Quizás sea la canción más conocida de Guastavino: "Se equivocó la paloma". Recuerdo el efecto que me hizo la primera vez que la escuché. Yo era adolescente. Fue en un concierto que organizaba una profesora mía. Había una cantante solista acompañada por un pianista, en un salón aristocrático de un museo, rodeado justamente de un parque muy bello.

Una gran tristeza me invadió al escuchar esa canción, esas palabras. Como en diferentes capas de recuerdos, esa paloma confundida me recordó el cuento "El príncipe feliz" de Oscar Wilde, que yo había leído en mi niñez, en la antología "Corazón" de Edmundo de Amicis (un cuento más trágico que el otro). También siempre sentí una impotencia y angustia enormes, y aún hoy, al recordar esa historia. Esa golondrina que ayuda a cumplir los designios de la estatua, olvidando migrar, y que a medida que avanza el invierno termina muriendo de frío. Se me oprime el corazón.

Sé que esto que escribo es caótico, pero todas estas sensaciones me invaden casi al mismo tiempo, una melancolía que me hace sentir humano y profundo, recuerdos vividos, músicas escuchadas, historias leídas. Y aunque en esta etapa de mi vida mire todo de manera más práctica, menos romántica, evitando sufrimientos o emociones negativas, pues me alegra poder lagrimear al volver a escuchar esta música:

Se equivocó la paloma

(gracias Pal por el intercambio en los comentarios, que me siguen trayendo otros recuerdos)

3 comentarios:

pal dijo...

de nada... sabes que a mi me pasó lo mismo la primera vez que escuché esa canción?
" ... creyó que el sur era el norte,
que tu corazón tu casa... se equivocaba, se equivocaba..."

pal dijo...

Ah!
Y sabes que brutalidad hice yo?
Le leí el principe feliz y el gigante egoista a mi hijo antes de cumplir los 8 años.
Y lo peor es que lloré y era él el que me consolaba.
Qué mierda de madre soy... pero es que no me acordaba lo inmesamente humanas y tristes que son estas dos fábulas de Wilde.
(Adoro a Wilde)

Maestruli dijo...

¡Qué bueno Pal que conozcas esta canción de Guastavino! Me pasaba que yo recordaba a la paloma equivocada, y la asociaba a ese cuento de Wilde. Pero ahora reescuchando esa poesía, me resulta muy enigmático el final "que tu falda era tu blusa, que tu corazón su casa", o sea aparece una mujer de carne y hueso, vestida. Se me disparan muchas otras asociaciones que no percibí en mi adolescencia.

No conozco el otro cuento de Wilde, el del gigante egoísta. Deberé leerlo. Sí, son terribles. Recuerdo también de esa colección "La niña de las cerillas", de Andersen. Entre Disney y estos escritores, ¡vaya que nos hicieron llorar y ponernos tristes de pequeños! ¿Tendrá algún beneficio psicológico eso?

Muy tierna tu anécdota con el Adri consolándote...