martes, 29 de julio de 2008

Paulita


Paulita era la prima de mamá. Que no confunda el diminutivo, las primas se llevaban 20 años. Paulita vivía en la Plata y murió no hace mucho luego de apagarse en un geriátrico durante 10 años. Mamá la iba a visitar de vez en cuando, y hacia el final cada vez menos. El viaje a La Plata era muy largo y cansador, y el triste espectáculo la deprimía: Paulita ya ni la reconocía. Yo no la visité nunca en el geriátrico. Siempre tuve la intención de hacerlo, y al mismo tiempo sabía con certeza que nunca lo haría.

Paulita estaba llena de recuerdos. Eso era lo que me atraía de ella. Y no recuerdos cualquiera, eran recuerdos intensos, guardados con inteligencia. Tuvo una vida muy feliz, incluso llevaba su viudez con altura. Lamentablemente la muerte de su hija fue un golpe duro, no se lo merecía. De no ser por eso probablemente su ocaso habría sido menos triste.

De las pocas veces que la visité en La Plata, yo niño, me quedaron imágenes muy persistentes. Tenía una casa muy grande, con habitaciones y baños que se comunicaban entre sí. Había muebles antiguos traídos de un viaje a Europa que para mí tenía ribetes míticos. Me hacía sonreír al decir que jugaba a las cartas con las "chicas", un grupo de señoras que eran abuelas como ella desde hace varios años.

Paulita nos vino a visitar por última vez para el cumpleaños de 15 de mi hermana y se quedó un par de días (en esa época yo estrenaba el piano). También mis primas de Rosario se habían quedado. Charlábamos todos en el comedor con la pachorra del día después de la fiesta. Mucha gente en casa. El sol invernal también invitaba a charlar en el comedor.

Los viejos hablan de tiempos remotos, esa es su costumbre y Paulita no iba a ser la excepción. Pero a ella era un placer escucharla. Le hablaba a mamá sobre la casa de mis abuelos con una sonrisa en la boca. (Esa casa fue demolida luego de la muerte de mis abuelos para construir en su terreno un gran edificio. Curiosamente en uno de esos departamentos yo pasé mis primeros meses de vida).

Hablando sobre esa casa, en algún momento Paulita entrecerró sus ojos. Y con un cálido énfasis dijo "tengo presente en mi cabeza cada habitación, cada rincón de esa casa, como si los estuviera viendo ahora mismo".

Y sí, en ese momento supe que esa casa, que ya no existía en Olivos, existía dentro de Paula. No recuerdo mucho más de esa charla. Yo tampoco le pregunté. Pero intuí todo un universo de recuerdos, de viajes, de caricias, de besos, de dolores, de casas visitadas, todo dentro de Paula.

Eso era lo que yo habría querido descubrir de haberla visitado en el geriátrico, aunque sea una ínfima parte de ese mundo. Pero comprendí en aquel momento invernal que esas imágenes nítidas dentro de Paulita eran intransferibles. Y viendo su cara arrugada supe que esos recuerdos serían devorados por los gusanos.

(el grueso de este texto fue escrito el 10 de enero de 2006)

domingo, 27 de julio de 2008

El chico 10 (5ta parte)

Al principio estaba tan agarrado a mí y tan profundamente dormido que yo no sabía cómo hacer para ir al baño. Intentaba correr sus miembros de a poco sin despertarlo, pero me era muy difícil. Al final pude hacerlo. Fue volver a la cama y volver a abrazarlo. Algo creo que habré dormido. Ya de día, no sé si eran las siete y media u ocho, lo desperté con mis caricias, y él reaccionó. Y volvió a darme placer. Yo intenté excitarlo chupándole la pija, pero me era difícil. Al final yo acabé otra vez, y él también, pero masturbándose él mismo.

Es el único punto que me frustró un poco, no haber sabido cómo darle más placer. Pero él no parecía molesto por ese detalle. Ya siendo de día pude mirar sus ojos claramente. ¡Y son azules! Justo que te había contado de mi debilidad por ese color. Y sin sus anteojos, ¡qué linda mirada! Y otro detalle, un culo hermoso, blanquito. Un cuerpo tan proporcionado.

A esa altura yo ya no sabía si estaba en la realidad o en los sueños. Sabía que pronto se tendría que ir de mi cama y de mi casa. Le dije que fue el mejor de los hombres que tuve, que era alguien especial, y me tuve que morder la lengua para no decirle "Ich liebe dich", siempre por ese miedo a quedar expuesto o a espantarlo con una frase así luego de la primera noche juntos. Es que es eso. No sé si es su erotismo innato, o qué, pero yo sentí que esto fue mucho más que sexo. Que si disfruté tanto y tan intensamente es porque sentí que era un muy buen tipo.

Pero las dudas y la realidad me llaman siempre a poner los pies sobre la tierra, sobre todo para evitar sufrir, para no agregar cosas de mi imaginación a lo que realmente pasa. Un detalle práctico es que él vive en Leipzig, así que yo pensé que cualquier relación seria ya sería de entrada complicada.

Lo otro que pensé es "OK, Heiko es un ser extraordinario, de un erotismo que jamás sentí, pero muy probablemente así es él, y así es con todos sus amantes, y quizás tenga muchos, y yo no soy más que otro en su larga lista, quizás para él no fue algo tan especial como yo lo sentí desde mi lado". Sigo pensando en eso para no darme tanta manija. Una posibilidad sería preguntarle a Fréd, que ahora lo conoce como amigo, si tiene muchas relaciones, sacarle información, pero no me parece muy leal.

La cuestión es que se tuvo que ir finalmente de mi departamento. Me preguntó si yo tenía un teléfono donde pudiera ubicarme, aunque al final yo tomé su celular. Me preguntó cuáles eran mis planes para ese sábado que recién empezaba. Y le dije que quizás iba a un lago, y que a las 8 tenía una fiesta de cumpleaños, pero que pensaba estar libre antes de medianoche. Entonces quedamos en comunicarnos para encontrarnos luego...

jueves, 24 de julio de 2008

Palettes


Cimabue- Crucifixión, detalle (1288)

De las artes plásticas la pintura es la que más me fascina. Aunque muchas esculturas me saquen el aliento, sigo prefiriendo las dos dimensiones. Me llevan a imaginar, a soñar. Desde que era chico, ante la vista de un paisaje pintado podía imaginarme yo allí caminando: a la vera de ese río, por ese prado, por aquella montaña, acercarme a ese árbol que se ve pequeñito hasta tenerlo frente mío y sentarme a su sombra. De aquí mi interés por la pintura, que no se limita solamente a los paisajes. Los retratos, las escenas mitológicas o costumbristas, incluso alguna que otra naturaleza muerta, pues también me fascinan. Y me fascina la historia de la pintura, su evolución, sus cambios, cómo aparece la perspectiva, cómo se llega a una (aparente) perfección para luego difuminarse en los impresionistas hasta desaparecer en la pintura abstracta. Y la historia de los grandes pintores, cómo ellos mismos fueron evolucionando a lo largo de sus vidas.

A pesar de haber dibujado y pintado con pasión cuando era muy chico, e incluso haber tomado cursos de dibujo y pintura, de grande mi interés por este arte se redujo a la contemplación. Me sucedió contadas veces, pero han sido muy intensas y mágicas, que he sentido literalmente una fascinación delante de algunos cuadros. Que me he quedado en un estado extático, mirando fijamente un punto del cuadro mientras mi vista periférica contemplaba el resto y las figuras parecían irse de foco. Y sentir una intensa emoción.

Quizás lo que me ayuda con la pintura es la memoria visual, que es casi instantánea. Comparada con la música, mi otra gran pasión y a la que le he dedicado largos años de estudio, pues para memorizar y reconocer obras maestras de la música hay que necesariamente pasar muchas horas escuchándolas, y varias veces. En cambio un cuadro famoso, pues basta una mirada atenta, unos segundos, a lo sumo un par de minutos, que ya se nos grabará.

Es así que en algún momento empecé a reconocer los cuadros de los grandes pintores, vaya a saber si por haberlos visto en la tele, en los libros o dónde. Porque a museos rara vez iba, a lo sumo fui un par de veces al de Bellas Artes de Buenos Aires. Entonces fue así que cuando viajé por primera vez a Europa, tenía una sed insaciable de visitar museos y particularmente las pinacotecas. Quería ver delante de mis ojos los originales de aquellos cuadros que ya tanto me gustaban al haberlos visto en reproducciones. E indefectiblemente vi cuadros que no conocía y comencé a aprender un poco más sobre los pintores y sus obras.

Recuerdo que aún en ese viaje confundía a Manet y Monet, simplemente por la similitud de sus apellidos (puedo excusarme ya que también ambos eran impresionistas). También recuerdo cierto cholulismo. Ir por el Louvre viendo el título y autor cuadro por cuadro, que cuando no conocía al autor pues pasaba de largo sin dedicarle más que 10 segundos. Pero era leer "Rafael" y ahí pararme un rato más largo y decir "oh!", quizás tratando de forzar una emoción ya que en teoría tenía que estar delante de una gran obra. Pero también me dejaba llevar por el gusto y la intuición, y fue así que caí fascinado delante de ciertos cuadros simplemente al verlos, y a veces eran de algún "famoso" y otras veces eran de un ilustre desconocido (para mi cultura de entonces).

Fue luego de ese viaje que comencé a interesarme más seriamente a la pintura, que comencé a leer o simplemente hojear libros de reproducciones. Y algo que contribuyó muchísimo fue ver por televisión un ciclo de documentales llamado "Palettes", producido por el Museo del Louvre. Cada capítulo se centraba en un solo cuadro, generalmente el más emblemático de un pintor famoso. Podían ir desde la Edad Media hasta avanzado el siglo XX. Y a ese cuadro le sacaban todo el jugo. Explicaban desde la biografía del pintor, las circunstancias del encargo y ejecución del cuadro, hasta el análisis científico de la madera o tela donde se había pintado. Explicaban desde la historia o mito de los personajes representados hasta la composición de colores.

Aprendí muchísimo con ese ciclo y hasta grabé en video muchos de esos capítulos que reveía frecuentemente. Y fue así que muchos de los cuadros explicados allí se convirtieron en íconos para mí. Y la vida quizo que luego pudiera vivir muchos años en Europa, y tener la oportunidad de ver casi todos esos cuadros frente a frente, disfrutándolos aún más por los conocimientos adquiridos. Eso no tiene precio, y lo agradezco.

Por eso me gustaría compartir con ustedes esta afición a la pintura, hablar sobre los cuadros que me apasionan, sobre los que me resultan indiferentes, sobre mis pintores favoritos. Porque creo que las imágenes que nos atraen dicen mucho de nosotros, muestran lo que puebla nuestros pensamientos, nuestros sueños.



Wassily Kandinsky - Improvisación XIV (1910)

miércoles, 23 de julio de 2008

El chico 10 (4ta parte)

(atención: el siguiente texto contiene escenas de sexo explícito)


Y en mi casa la magia continuó, llegando a dimensiones que nunca soñé. Es que todo fue muy lento, nos desvestimos muy muy lentamente. ¡Y tan erótico! Como que nuestros pitos quedaron relegados a su mínima expresión. El erotismo pasó por todo el cuerpo, caricias, besos, tan delicados de su parte que me hacían temblar hasta la coronilla. En seguida comprendí que estaba ante alguien excepcional y que esa experiencia estaba valiendo más que ninguna otra, que estaba en otra dimensión. No sé como trasladarlo en palabras.

Y aquí interrumpo para aclarar lo banal y terrenal que me parecen ahora todas las otras aventuras que tuve. Los otros tipos y yo incluído vamos al grano lo más rápido posible, los dos buscamos el pito, tratamos de tocarlo, de chuparlo, de llegar al orgasmo, y hasta en mi caso esa obsesión por ver a cuántos orgasmos llego. Y nunca pensé que el erotismo y la sensualidad pudieran tener una dimensión tan diferente.

Así que así pasó esa noche. Muy lentamente desvistiéndonos en mi sofá. Luego, todavía con los slips puestos, nos fuimos a mi cama. Estábamos practicamente a oscuras (en general yo prefiero con una luz). Y no sé cómo seguir poniendo en palabras esto. A veces yo estaba boca arriba y él me besaba tiernamente la cara, el pecho, los brazos, aquí y allá, muy lentamente, y yo estaba completamente entregado. Un placer infinito, demasiado bueno para ser real. Y cada tanto nos abrazábamos con mucha fuerza y pasión.

También me chupó la pija, delicadamente, pero como me chupaba cualquier otra parte del cuerpo, como te decía, el pito puesto en su justo lugar. Yo también lo hice con él, tratando de imitar su delicadeza. Demás está decirte que con lo calentón que soy, desde que nos besamos en el bar que mi pija se quedó dura como una piedra sin achicarse en ningún momento. Lo raro (para mí) es que él en cambio a veces estaba excitado y a veces no. Pero se lo veía muy feliz dándome placer, y en ningún instante paró de besarme o acariciarme. En uno de esos abrazos fuertes, él encima mío, yo acabé, pensando que él también iba a acabar en ese mismo instante. Pero él no. Aunque como yo seguía duro después, seguimos como si nada, besándonos, abrazándonos. Yo vuelta a vuelta interrumpía un poco para mirarlo fijo a los ojos, a pesar de haber poca luz, a ver si descubría su alma.

Ya no recuerdo bien, si fue por las circunstancias o porque que él dijo que quería dormir algo aunque sea, porque al día siguiente tenía que trabajar duro arreglando el departamento de Fréd. Bueno, y él se quedó dormido abrazado a mí. Sentí como se fue relajando, y todo su peso, y su respiración profunda. Yo como de costumbre casi no pude dormir. Pero era tanta la felicidad que sentía, era tanto el placer de tenerlo ahí a mi lado, que seguía excitado. Y al poco rato ya amaneció, porque creo que habremos estado dos horas dándonos placer.

Al principio estaba tan agarrado a mí y tan profundamente dormido que yo no sabía cómo hacer para ir al baño. Intentaba correr sus miembros de a poco sin despertarlo, pero me era muy difícil. Al final pude hacerlo. Pero fue volver a la cama y volver a abrazarlo. Algo creo que habré dormido finalmente. Ya de día, no sé si eran 7 y media u ocho, lo desperté con mis caricias, y él reaccionó...

lunes, 21 de julio de 2008

La color

No se preocupen, no están daltónicos ni locos. Soy yo que estoy probando diferentes colores de fondo y de texto, tratando de conciliar mi gusto y la legibilidad. Se aceptan sugerencias.

Por si no se nota, el violeta tirando a púrpura es mi color favorito, desde que era muy chiquitito. No llega a ser fucsia, eso sería muy de puto.

domingo, 20 de julio de 2008

Amicalmente

Queridos amigos y amigas,

¿cómo agradecerles todo lo que me han dado? ¿Cómo agradecerles a todos y a cada uno de ustedes? Sus caras, los recuerdos antiguos y recientes, las historias compartidas, todo me viene a la mente en estos instantes. Pienso en los amigos actuales que quizás lean estas palabras. Y también pienso en los viejos amigos que el tiempo, la distancia, los cambios personales, la dejadez y el enojo han alejado. En todos ustedes pienso.

¿Qué habría sido de mí en momentos de desesperación si no hubiera podido contar con ustedes para que me escuchen, para que me contengan, para que me aconsejen? No sé, seguramente alguien triste, solitario y desesperanzado del mundo. Siento que ustedes fueron y son la columna vertebral que me sostiene. Y también creo que, al menos en los últimos años, les he podido devolver esa contención a muchos de ustedes.

En mi infancia y adolescencia (incluso primera juventud) me costaba hacer amigos. Siempre necesité compartir una actividad cotidiana para entablar una charla. Por ejemplo nunca tuve amigos del barrio. Mis primeros amigos fueron los compañeros de la escuela primaria, aunque a pesar de tener muchos recuerdos vívidos, con ninguno de ellos he mantenido contacto y ni siquiera me he vuelto a cruzar. Luego siguieron mis amigos del colegio secundario que por suerte aún hoy conservo (seguramente por haber compartido la adolescencia, ese período tan problemático que tenemos que padecer).

Luego tuve amigos del coro en el que empecé a cantar a los 17 años, casi todos mayores que yo, gente con la que quedé fascinado porque veía muy diferente a mí por fuera aunque finalmente resultamos muy similares. Y luego los amigos de la universidad donde, quizás a la inversa que en el coro, encontré mucha diversidad entre compañeros de mi misma edad y estudiando una misma cosa.

Justamente hacia el final de mis estudios, al desmembrarse ese grupo, comencé a sentir un gran vacío. Los antiguos amigos nos distanciábamos, cada uno en sus actividades. Muchos partían lejos y yo me encontré muy perdido. Tampoco supe cómo hacer nuevos amigos, me sentía en un círculo vicioso.

Hasta que yo también partí muy lejos. Y aunque resulte paradójico, esa fue mi salvación. Forzosamente tomé contacto con otra gente, y a pesar de las barreras del idioma, de la cultura, no sin dificultad, empecé a hacerme nuevos amigos. Primero en París. Y cuando ya había compartido mil cosas con esos amigos, cuando ya me sentía cómodo y contenido, pues tuve que partir nuevamente. Y fue Israel. Otra vez tuve suerte y más amigos se agregaron. Y fue tener que dejarlos y llegar a Dresden. Y más suerte tuve. Finalmente descubrí que detrás de mi timidez y aparente soledad, que tengo vocación para hacer amigos. Y que tengo mucha suerte por haberme podido cruzar con gente tan humana, tan divertida, tan sensible, tan inteligente.

Ahora estoy nuevamente en Argentina y, con los años detrás, compruebo que tengo muchísimos amigos. Pude recobrar las viejas amistades que por suerte conservé con el esfuerzo mutuo de escribirnos y llamarnos cuando estábamos lejos. Pude reencontrarme con amigos compatriotas que conocí fuera. Y compruebo que sigo pudiendo hacer amigos nuevos, gracias a nuevas actividades compartidas (como el teatro). O gracias a Internet y a los blogs, que me parece una manera increíble de encontrar afinidades con la gente, que los vínculos virtuales se pueden volver reales. Compruebo que sigo siendo abierto y sociable, y eso me llena de orgullo y felicidad.


Siempre detesté el mensaje grupal, por impersonal, por cómodo. Además es imposible conciliar el tono tan distinto que tengo con cada uno de ustedes. Me encantaría nombrarlos a todos aquí, pero no creo decoroso hacerlo porque quiero hacer público esto.

¿Y ven? Me puse demasiado solemne y no era mi intención. Esto es querer recordarlos, querer darles un abrazo fuertísimo, es querer seguir riéndome con ustedes, seguir compartiendo momentos.

Tengo una idea latente. Una de las intenciones de este blog es hacerles un homenaje a ustedes, a los recuerdos compartidos. Si hay algo sobre lo que podría escribir una novela de diez mil páginas es sobre ustedes, amigos: cómo nos conocimos, las alegrías y tristezas vividas, los viajes, los desencuentros. Por eso mismo me gustaría ir escribiendo un capítulo con cada uno de ustedes. No se asusten, no publicaré nada que los incomode, los consultaré. Además escribir todo eso me puede llevar tantos tiempo como el que llevo de amistad con ustedes.

Y tampoco me gustaría herir susceptibilidades, ¿podría haber enojos por el orden en que vaya escribiendo esos capítulos? Para eso les hago una propuesta: si quieren escribir algo que hayamos vivido juntos, si quieren escribir su perspectiva de nuestra amistad, alguna anécdota graciosa o intensa que hayamos vivido juntos, incluso algo que me haga quedar en ridículo, pues ¡bienvenido sea! Y luego lo publico aquí en el blog.

¿Qué les parece la idea? Así me ahorran el trabajo de escribir ;-)

¡Los quiero mucho!

El Maestruli


PD: sí, lo sé, me quedó muy kitsch la carta, ¡pero los quiero igual!

viernes, 18 de julio de 2008

El chico 10 (3ra parte)

(de un mail envíado a JR el 2 de agosto de 2004 desde Dresden)


Y ahí sucedió la magia. No sé quién fue primero, pero nuestras manos se acercaron. Y ya no era un simple gesto. Se fueron agarrando más fuerte. Nos miramos, nuestras caras se acercaron. Se tocaron nuestras narices, nuestros labios se rozaron. Aunque nuestras posiciones eran algo incómodas, yo sentado, él parado de costado. Entonces giré, y al final me paré. Y nos besamos muy tiernamente. Y nos abrazamos con mucha fuerza.

¡Ay JR, que momento! ¡Como no hay dos en la vida! Y así estuvimos: acariciándonos, besándonos, abrazándonos. Todo de una manera tan suave, tan delicada, tan erótica, como jamás en la vida me sucedió con un hombre, y creo que tampoco con una mujer (me es muy difícil ahora comparar esto con mi historia con Lara, que también fue muy romántica). No recuerdo el tema musical del instante en que comenzamos, pero al rato pusieron "Dancing Queen" de ABBA. Y nos miramos con Heiko, nos sonreímos, y bailamos muy agarraditos y lentamente. Casi la escena ideal de una película gay (aunque nunca haya visto una, las imagino así).

Y seguimos así juntos como una hora creo. La verdad que perdí la noción del tiempo y del lugar. Me olvidé que Frédéric y el otro estaban ahí. El instante era tan maravilloso que no sabía cómo seguir. Le dije en un momento al oído si quería venir a mi departamento, pero con la duda de si eso cortaría la magia. Me dijo algo que no entendí, pero que interpreté como que no podía. Entonces decidí seguir agarrado a él y aprovechar ese instante lo más posible. Que solamente eso me habría alcanzado.

Pero en algún momento tuvimos que irnos. Frédéric y su amigo nos miraron con cara de "¡que pillines que sois!". Fréd daba por descontado que nos íbamos juntos. Y ahí entendí lo que había dicho Heiko cuando lo invité: que su cepillo de dientes estaba en la casa de Frédéric. Y ahí Fred le dijo "¿¡pero lavarte los dientes!? mah andá con Alejandro y listo, ¿qué va a pasar si no te lavás los dientes?".

Fréd y su amigo se quedaron un rato más en el bar. Así que con Heiko nos fuimos juntos. ¡Que felicidad JR! Y fuimos de la mano, besándonos por la calle, y no me importó que nos vieran todos. Es cierto que eran las 3 de la mañana y ya no quedaba mucha gente, pero a algunos nos cruzamos.

Y en mi casa la magia continuó, llegando a dimensiones que nunca soñé. Es que todo fue muy lento, nos desvestimos muy muy lentamente...

lunes, 14 de julio de 2008

El chico 10 (2da parte)

(de un mail envíado un 2 de agosto de 2004 desde Dresden, a un amigo entonces virtual)

Así salí. El bar queda apenas a 200, 300 metros de casa. Había mucha gente en la puerta y estaba muy lleno, algo sorprendente porque acá ya empezaron las vacaciones y pensaba que la gente se las tomaba. Ya los chicos de la puerta, a pesar de no conocerlos directamente, algunos me saludaron cuando tuve que pasar entre ellos. Y ya dentro del bar me encuentro con Frédéric, el francés de pito chiquito con el que tuve una historia de una noche. Siempre nos saludamos pero tampoco hablamos demasiado, en general porque yo estoy con Bog. Él está generalmente con un alemán medio grandote, medio pelado, medio viejo ya, que tiene más cara de padre de familia que otra cosa. Un poco por el idioma o no sé por qué, pero tenemos generalmente cero onda. En fin.

Pero ese día yo estaba solo así que me puse a tomar algo con ellos. Frédéric me preguntó por Bog (siempre está muy interesado (caliente) por él), y le dije que esa noche no iba a venir. La cuestión es que Frédéric y el otro estaban con otro alemán también. Y bueno, aquí te lo anticipo, es el chico en cuestión y se llama Heiko (pronunciese "Jaiko" aunque es H aspirada, no J). Un tipo muy normal, nada de pluma, de anteojitos, no muy alto (como yo), flaco, que por la calle jamás pensaría que es gay. Tiene 37 años muy bien llevados.

La cuestión es que Heiko es el ex-novio de Frédéric. Estuvieron 4 años juntos, pero hace ya 7 que se separaron. Pero siguen siendo muy amigos y se ven seguido. El otro punto es que él se mudo hace un año a Leipzig, a dos horas de aquí. Estaba este fin de semana en Dresden para ayudarlo a Frédéric a arreglar un departamento.

Frédéric y el otro alemán (no me acuerdo su nombre) estaban de secretitos y bromitas, son del tipo que ven pasar un ejemplar joven y se lo quedan mirando y haciendo comentarios. Bueno, así que yo me quedé charlando con Heiko. Como no habla inglés yo saqué a relucir mi pobre alemán. Y creo que tuve la conversación más larga en alemán de todos los tiempos. Un desastre como siempre, pero me las arreglé. Luego de las presentaciones de rigor, que hacés, como te llamás, cuantos años tenés, tratamos de hablar de otras cosas. Cuando me faltaban palabras o no las entendía le preguntaba a Frédéric en francés. Así que así nos pudimos comunicar bien. Le conté que hacía muy poco que era gay, que fue un poco duro al principio, sobre todo lo del insomnio, pero que me voy sintiendo mejor.

Quizás por su look tan tranquilo al principio ni se me pasó por la cabeza que pudiera tener algo con él. Pero una onda buenísima. Como había mucha gente en el bar, y estábamos en un lugar de paso, nosteníamos que correr a cada rato, a veces nos acercábamos, y a veces me tomaba muy levemente con su mano para que me corriera. Pero bueno, en algún momento se me cruzó la idea y lo miré fijo a los ojos. él mantuvo la mirada un rato, pero luego la desvió y se rió. No supe bien cómo interpretar eso.

La cuestión es que ya eran casi las dos de la mañana. Frédéric y el alemanote propusieron ir a Queen's, el otro bar gay. Heiko decía estar algo cansado, algo borracho, sobre todo que quería descansar porque al día siguiente tenían que laburar en el departamento. Yo también dije que estaba un poco cansado. Pero Frédéric insistió, que íbamos un ratito y nada más. Así que ahí fuimos.

(nota aparte: en Boy's tienen una música excelente, pero nadie baila a pesar de haber pista y todo. En Queen's la música es una mierda pero la gente baila más, quizás porque van lesbianas y gente más joven)

En el trayecto yo iba caminando bastante cerca de Heiko, tratando de pispear la onda. Bueno, así que en Queen's amagué bailando un poco, Heiko también. Pero la música era tan mala que al final nadie bailaba más. En un momento él se fue al baño, y tardó mucho. Yo me senté en una silla alta al borde de la minúscula pista. Heiko volvió y se puso a mi lado. Y ahí sucedió la magia...

viernes, 11 de julio de 2008

El chico 10 (1ra parte)

(de un mail envíado un 2 de agosto de 2004 desde Dresden, a un amigo entonces virtual)


Querido JR,

en general suelo escribir el título del mail luego de haberlo escrito. Pero esta vez ya lo he pensado de antemano. Se titulará "el chico diez". Eso es porque la historia es sobre el décimo hombre con el que comparto intimidad. Y fue tan maravillosa la historia, y él me parece tan maravilloso, que realmente siento que ha valido más que las otras 9 anteriores juntas. Todavía estoy en las nubes y no sé bien qué pensar.

Paso a la inevitable anécdota. Esto comenzó el viernes. Fue un día muy largo e intenso. No por el trabajo precisamente. De hecho me fui temprano porque Gudrun, la secretaria del instituto de la que soy bastante amigo, me invitó a conocer a su caballo. Está en un lugar apenas en las afueras de Dresden, pero ya muy campestre. Además hizo un día de sol espectacular y la temperatura no era excesivamente alta. Gudrun quiere mucho a su caballo que se llama Chico. Lo cepilló, lo bañó, y luego lo montó durante un rato. Y luego me invitó a montarlo a mí. No tengo recuerdos de haber montado un caballo en mi vida, quizás cuando era muy niño. Así que fue una gran experiencia. Comprendí el significado de todos esos refranes como "dar rienda suelta" (a la imaginación), "tener las riendas" (de la situación)", "soltar las riendas", etc... En mi caso digamos que no pude tener las riendas, el caballo hacía lo que se le cantaba, y no me animaba a tirar muy fuerte. Así que paseé mientras Gudrun lo dirigía desde abajo. La pasé muy bien y me relajó mucho. Saqué fotos que te puedo mandar en otro momento.

(ya le dediqué un gran párrafo a algo completamente secundario, o no sé, quién sabe qué lugar en el destino tuvo esa cabalgata)




Volví a Dresden a eso de las 9 de la noche. Habíamos quedado con otra gente en salir. Al final no éramos muchos, T y J (pareja inglesa), y C. y Th. (española un tanto insoportable y su novio alemán). Fuimos a un Biergarten, pero como la noche se puso fresca al rato nos fuimos a un café. La pasé bien, pero nada espectacular. Bog iba a una barbacoa y habíamos quedado en llamarnos para después.

La cuestión que llego a casa a la medianoche pasada, y veo que tenía un mensaje de Bog de las 11:30, que qué iba a hacer yo. Lo llamo igual a pesar de la hora, y me contesta que estaba en la oficina (?), que ya estaba cansado para salir. Le digo que no hay problema, que duerma bien. La cuestión es que a pesar de estar cansado yo tenía ganas todavía de salir. Ya había tomado dos cervezas de medio litro, así que estaba en un estado justo. Decidí ir a Boy's solo. Hacía rato que lo quería hacer. Siempre voy con Bog, y es la gran dicotomía. Al estar acompañado la paso bien porque charlo con él, pero no da para que me levante a alguien porque justamente estoy acompañado. Además Bog no pareciera ser del estilo que podríamos los dos levantarnos a otros dos. En fin.

Pero ir solo me da siempre cosa, porque me arriesgo a estar ahí sentado solo en la barra, papel medio patético, porque casi todos andan en grupos, pero también así tengo la posibilidad de comenzar algo sin la restricción del que me acompaña. En fin.

Igual me dije "Maestruli, estás cansado, vos vas te tomás una cerveza chica, te quedás un ratito y te volvés, no te hagas ninguna expectativa de nadá". Me vi tentado de quedarme en casa, ¡pero bendita la hora en que decidí salir! Otro detalle es que en general estas primeras veces que fui a este bar iba muy producido, remerita ajustada y lo más fashion posible, gel en el pelo, algunas veces un pantalón naranja y rojo que me compré hace poco. En fin, bastante estereotipo lo mío. Pero esa noche del viernes me fui con un jean, remera blanca lisa (aunque debo decir que me queda muy bien), y sin gel, apenas mi cresta que ya me queda natural por el último corte de pelo que me hice.

Así salí. El bar queda apenas a 200, 300 metros de casa. Había mucha gente en la puerta y estaba muy lleno, algo sorprendente porque acá ya empezaron las vacaciones y pensaba que la gente se las tomaba. Ya los chicos de la puerta, a pesar de no conocerlos directamente, algunos me saludaron cuando tuve que pasar entre ellos. Y ya dentro del bar...

jueves, 10 de julio de 2008

Aclaración

Los que me conocen, mis mejores amigos sobre todo, saben de los mails verborrágicos que suelo escribir. Curiosamente esa pasión comenzó cuando me vine a vivir a París en 1999 (esta ciudad siempre marcándome). Era mi manera de comunicarme (las llamadas telefónicas aún costaban fortunas), y dada mi obsesión por transmitir los hechos y las sensaciones tal cual son, mis mails podían alcanzar varias páginas que yo escribía con pasión.

Y esa pasión continúa hasta hoy, aún habiendo vuelto a Argentina. Por eso mismo cuando descubrí lo que era un blog, a fines de 2005, desde ese entonces que pensé en abrirme uno, en volcar ahí el estado de éxtasis que siento al escribir. (Los que ya me conocen también saben que fui y soy lento para todo en esta vida, hasta me hicieron un electro-encefalograma de chico porque tardé muchísimo en aprender a caminar y hablar). Así que aquí me tienen ahora, tarde pero seguro, abriendo un blog. No me resulta fácil encontrar el tono, el tema, qué contar, qué ocultar. En todo caso me quiero largar.

Y volviendo a mis mails, pues atesoro toneladas de ellos, donde practicamente podría recordar lo que me sucedió día a día desde 1999. Y en esos mails hay momentos felices, momentos graciosos, momentos penosos, reflexiones que me vinieron a la mente mientras escribía, mi vida.

Así que empezaré a robarle textos a ese tipo que solía ser yo en el pasado. Es también una manera de compartir con ustedes momentos que me marcaron. Trataré de editarlos lo menos posible: acentos y faltas, algo que no se entienda demasiado, y sobre todo los nombres de amigos y conocidos que vayan apareciendo (ese es un tema que no sé aún cómo manejar en un blog).


Espero que sea de vuestro agrado. Muchas gracias.

miércoles, 9 de julio de 2008

Cena en París II

(sí, otra cena en París, aunque a mi amiga le aburran)

Esta noche decidí ir al barrio del Marais, que es el barrio judío y gay (sí, las dos cosas al mismo tiempo, así el que quiera discriminarlo tiene la promoción 2 x 1). No me puedo mentir que en el fondo, además de querer alimentarme, fui con la secreta intención de levantarme a alguien. Además ya empecé la cuenta regresiva, el sábado me voy de acá.

Tenía todas las ganas de ir a un restaurant judío que ya conocía. Increíblemente, un miércoles, estaba cerrado. Y ningún cartel que aclarara el motivo. Pensé en alguna festividad judía, pero había otros restaurantes del ramo que sí estaban abiertos. Así que hacia uno de ellos fui. Había mucha gente y tuve que esperar a que me dieran mesa. Mientras tanto observaba al personal en la entrada y detrás del mostrador. Una señora de 50 en la caja hablaba en hebreo con un tipo de mi edad que preparaba limonadas y jugos de fruta. Me vi tentado de decirles algunas palabras en hebreo, de contarles que había vivido un año en Eretz Israel, pero como de costumbre pienso en que quedaré como un tonto (además que en hebreo sé apenas un poco más que contar hasta 10).

Me agarra la culpa en esto de ir solo a comer a un restaurant con mucha gente. Se nota que les molesta que una persona ocupe una mesa donde podrían sentarse dos personas, es la mitad del rendimiento después de todo. Para colmo pedí solamente una pita, que era el plato más barato, y una limonada (ahí me jugué, podría haber sido más ratón y pedir agua de la canilla como es la costumbre en París).

La limonada estaba riquísima, valió la pena. La pita tardó en venir y mientras tanto me puse a leer Las Benévolas. Espero poder hablarles sobre este libro más en detalle. A lo que voy es que justo estaba leyendo la parte en que el protagonista, un jerarca nazi, está inspeccionando un campo de concentración y cuenta con lujo de detalles lo que sucede cuando llega un tren lleno de judíos franceses. Terrible. Terrible coincidencia. Mientras leía eso, yo era atendido por mozos con sus kipás, ellos judíos franceses. Este libro sin duda me dejará marcas.

La pita llegó y me la comí relativamente rápido. No pasó medio minuto de haberla terminado que ya tenía la cuenta en la mesa, y mis intenciones de seguir leyendo un poco más se vieron frustradas. Podría haberme hecho el tonto, pero ya les conté de esa culpa que me agarra, así que pagué y me fui.

Eran las diez de la noche, todavía había un poco de luz. Caminé por esas calles que conozco bastante bien. Pasando la calle de los restaurantes judíos empieza la transición hacia el dominio gay. Se nota en los negocios, en las caras, en las actitudes, en todo. Y yo ahí mimetizado como uno más, con mi musculosa al viento, con mi bolsito metrosexual. Aunque no plenamente relajado y feliz, sino siempre teniendo un fondo de vergüenza, de sentirme algo ridículo con ese atuendo tan obvio. Sí, es así, la homofobia internalizada que tengo es una mancha difícil de sacar.

Traté de sacarme esos pensamientos mirando a mi alrededor. Me detuve en algunas vidrieras. Pasé por una librería gay, y en la vitrina tenían un libro de fotografías que se titulaba "Los más grandes penes del mundo". Evidentemente me moría de curiosidad por ver de qué se trataba, pero no me detuve, apenas vi ese título con el rabillo del ojo. Sí, más de lo mismo, o quizás pura timidez o pudor, quién sabe.

Finalmente me alejaba de la zona "caliente" del barrio, sin haberme levantado a nadie, como me lo esperaba. Así que me dediqué a caminar como turista. Pasé por el Pompidou, la plaza Stravinsky con su fuente extraña, la iglesia Saint Merry (donde escuchaba conciertos de música clásica almibarados cuando vivía aquí), vi la torre de Saint-Jaques desde una perspectiva muy inhabitual, y llegué al Sena.

El cielo todavía estaba claro, con una media luna perfecta. Los edificios históricos sobre el Sena y sus puentes empezaban a iluminarse. Era la imagen romántica por antonomasia. Me sentí solo nuevamente, pero me consolé recordando unos besos dados en ese mismo lugar, hace ya largo tiempo.

Crucé el puente hacia la Île de la Cité, vi la Saint-Chapelle detrás de esos edificios burocráticos, para finalmente llegar a Notre-Dame. Me quedé embelesado por enésima vez. Después de la descripción que hizo Victor Hugo en la novela que le dedicó, no me atrevo a decir mucho más. La miré, la contemplé, y me sumergí en la boca del metro.

martes, 8 de julio de 2008

Cena en París I

Estoy en París. Sí, de vuelta en París, aunque por poco tiempo esta vez. Así que procurarme la cena es toda una aventura, ya que no tengo ni manera ni ganas de cocinar. Hoy corajudamente decidí moverme un poco más allá de la Ciudad Universitaria donde me alojo, para no caer en el restaurant chino de siempre. Lo bien que hice. Me dirigí a la Butte aux Cailles, un pueblito dentro de París, cerca de la Plaza de Italia. Un lugar bien guardado, sin turistas, sólo para conocedores.

De vago que soy, preferí tomarme el metro para llegar. Y fue una buena elección ya que llegué al barrio por un costado que no le conocía. Tuve que subir unas escaleras y pasar por un parque pequeño. Corté una flor de lavanda que guardé en mi mano y que olía compulsivamente cada pocos minutos. Luego del parque una calle angosta subía, con casas de no más de 3 pisos a sus lados, cosa rarísima en París.

Me costó decidir el restaurant. Uno que ya conocía, al que solía ir con mis amigos uruguayos, reventaba de gente y ni siquiera me animé a preguntar si había lugar para una persona. Entonces me dirigí a la panquequería del barrio, uno de mis lugares preferidos, por su calidad, aunque más sincero es decir que sobre todo por la gente especial con la que comí ahí. También estaba lleno y no había miras de que se vacíe("merde!"). Así que volví para el lado del primer restaurant para finalmente instalarme en el que estaba en frente, con la cantidad de gente exacta.

La comida fue pertinente: simple, sabrosa, a precio razonable, entrada, plato y postre. La moza no era francesa. Arriesgaría a que era rusa. En la mesa de al lado se instaló un grupo numeroso donde había dos latinoamericanos que no pude precisar su nacionalidad (una chica que se desenvolvía bien con los franceses del grupo, y un chico con la cara evidentemente perdida). Un francés se creía gracioso y cosmopolita hablándole al chico en español (no lograba ninguna de las dos cosas).

Entre plato y plato, para combatir mi soledad, seguía leyendo "Las Benévolas", novela que compré aquí y me tiene completamente absorbido, llenando todo momento vacío de esta visita.

Finalmente pagué la cuenta y decidí volverme caminando. Garuaba pero tenía paraguas. Lo que no tenía era un plano, cosa que me suele poner muy nervioso, y el camino de vuelta hasta la Ciudad Universitaria nunca lo supe de memoria. Pero sabía en qué dirección ir. Las primeras calles me eran familiares, pero en algún momento se volvieron desconocidas. Y de repente aparecieron unas casas bajas y una calle estrecha a mi izquierda. No pude evitar desviarme. Una casa más bonita que la otra, muchas plantas, otro rincón sorprendente de París (justo que yo me venía quejando que esta ciudad ya no tenía secretos para mí), tranquilo.

Esas casas, esas callecitas, una de las cuales se llamaba "de las Glicinas", valieron la excursión. Ojalá algún día pueda volver a ese rincón, y poder mostrárselo a alguien querido. Y seré feliz.

Comienzo... ¿y final?

Me largo a escribir. Ma sí, se acabó, basta de postergar. Es hora de que tenga mi blog, de no estar afuera de este mundo. Lo peor será combatir mis pretensiones. Debo dejarme llevar y escribir de lo que me venga en gana, sin censuras de tema o estilo. Total, todo es editable, nada es definitivo. Y que lo lea quien lo lea.

Veremos a dónde llego. Por más que en este momento me largue a escribir con mil ideas en la cabeza, pensando que tengo tema para rato, seguramente no llegaré a postear ni 3 veces. Seguro.

Gracias por todo.